Que se cumplan las oraciones de súplicas y que las enseñanzas de amor, compasión, alegría y ecuanimidad lleguen a los cubanos estén donde estén y sin distinción de credos.

01 abril 2012

Un "apunte" sobre el Karma,

¿Para qué intentar saber qué es el Karma sino para ayudarnos a vivir mejor? 

¿Qué es el Karma? ¿Cuál es el origen del Karma? ¿Cómo surge el Karma en nuestra vida? Y lo más importante, ¿cómo purificar el Karma para encontrar felicidad? 

Existe mucho mito y también algunos enfoques equívocos --incluso con buenas intenciones-- acerca del tema. La interpretación al uso del Karma, como fatalidad o castigo o como algo que limita nuestra libertad personal, para nosotros los occidentales, bien puede resultarnos  molesto  o hasta supersticioso, mucho más si este asunto aparenta constreñir cualquier posibilidad de actuar para  cambiar “nuestra suerte personal” y/o  nuestro entorno. 

El texto que sigue es muy claro en su brevedad y evita intelectualizar este asunto –escollo que se les presenta a muchas personas a la hora de hablar o debatir sobre  tema tan profundo como  sencillo--.  Sin embargo, la intención de Khenpo Phuntzok Tenzin Rimpoche por no intelectualizar, tampoco es una simplificación, como suele ocurrir, por otra parte, cuando  se  habla del Karma simplemente como un sinónimo más de acción

En uno de sus libros –El camino tántrico de la purificación— el  mahassida Thubten Yeshe brinda  dos definiciones del Karma. La primera, muy general y que intenta mostrarlo en su complejidad, y es cuando dice que el Karma es la ley que rige todos los fenómenos físicos y no físicos del universo, y la segunda,  para señalarnos entonces su simplicidad, cuando sostiene que el Karma es nuestra mente

Más allá de cualquier idealismo o sesgo de idealismo, y de concluir de manera precipitada y torpe como solemos reaccionar ante cualquier cosmovisión que no se adecue a la nuestra que por demás ¡es la mejor!, más allá de decir que todo se reduce a una metafísica de la identidad –por aquello de que la mente es el Karma y de que la mente es pura vacuidad y su naturaleza es de luz clara, por tanto, el yo que tomamos por real es mera alucinación--, ambas definiciones de Karma podrían pasar por ser herméticas si no decidimos por nosotros mismos experimentar con nuestra propia vida, es decir, primero comprender el tema mediante el estudio de la Ley de Causa y Efecto, y después estar al tanto –muy conscientes, alertas, en fin, despiertos (Buda significa el despierto o el que despertó)-- de todos nuestros actos de cuerpo, palabra y mente en la vida cotidiana. 

Al fin de cuentas si el Karma importa algo no es como concepto o idea sino como vía práctica  --en todo caso como el fundamento ontológico de un arte de vivir-- para encontrar aquí y ahora una sabiduría y una forma de vida que nos aleje del sufrimiento y nos traiga felicidad. ¿Para qué intentar saber qué es el Karma sino para ayudarnos a vivir mejor? 

Si no llegamos por nosotros mismos a estudiar, analizar, y después a ensayar –es decir, practicar  las Enseñanzas--  será imposible un acercamiento real al Karma, un acercamiento que no se quede en la discusión o ilusión estériles, tal como sucede si lo abordamos con fe ciega o sólo con el debate filosófico.
En pocas palabras, para entender el Karma hay que saberlo al mismo tiempo que experimentarlo, y no sólo hablar o creer en él. 

Al fin y al cabo el budismo en un intento realista, y por ello mismo pragmático,  para ayudarnos a vencer o minimizar el sufrimiento mental que padecemos, a veces sin saberlo. 

El ignorante Lobsang Töndrup

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