Cuando tocas tu centro
ya nada te detiene. Mi centro es, por
ejemplo, olvidarme de mí mismo.
En el olvido de uno mismo se conquista la libertad real (es decir, se vive sin
ilusiones) que es la mente sin condicionamientos, por tanto,
la mente que no tiene miedo –no siente miedo, no piensa en el miedo, ¿cómo
puede hacerlo si ya nada la condiciona?
Es duro. Y nunca se consigue del todo. Es duro porque
significa haber reconocido mi vida como
un error. Toda mi vida fue un error. Y no se puede conseguir del todo porque hasta
que no se extinga de manera total cualquier vestigio de un yo, estaremos
hablando de él aunque sea para refutar su existencia real o imaginaria. Cuando
logre conseguirlo –si alguna vez podría—ya no será necesario ni mencionar el
tema. El silencio es. Y el silencio
es lo único que es y puede ser verdaderamente.
La ignorancia me arrastra aunque ya la reconocí gracias a mi
maestro y a las enseñanzas de Buda, y ahora intento liberarme de ella, cortarla de raíz con la espada de Manyushri.
No son palabras aunque lleven algo de pose. Todavía hay ego,
por supuesto, todavía algo de mí se quiere exhibir, de lo contrario ya no
escribiría, sería en verdad y de una vez lo que siempre he querido ser: un
excritor. Pero a pesar de esto, algo más que palabras detrás de mis palabras, y
de Manyushri, y del maestro y las enseñaznas, y de la propia ignorancia. Y ese algo más es la voluntad de destruirme públicamente –y no
sólo la voluntad de vivir manifestándome-- para de una vez dejar de existir.
¿Y esa necesidad de lo
público? Es parte del ego, pero asimismo es parte del compromiso de
destruirlo como una vez la necesidad de lo público fue parte de su vanidad –nada mejor que combatir a nuestro ego con sus
propias herramientas y en su mismo territorio--.
Si te esfuerzas verdaderamente en la práctica, por ejemplo,
de los ocho versos para transformar la mente; sólo en esta práctica, día y noche, momento a momento, ya no son
necesarias más enseñanzas ni más prácticas. Uno se olvida de sí y se libera de las
ataduras del ego, entonces, el yo verdadero se autolibera.
¡Pero no puedo! ¡Está claro que no puedo!, por eso aun tengo
que escribir, es decir, fingir, y exhibirme. Sin embargo, esta manera de vivir
contra mí mismo es más digna que mentir y peor aún, mentirme.
Cuando no podemos practicar sólo los ocho versos, cuando nos resulta imposible practicarlos, incluso,
nuestros obstáculos son tantos que ni siquiera podemos concebirlos
--a los 8 versos-- de manera intelectual (es decir, llegar sólo a pensar en ellos y
aceptarlos momentáneamente como una idea más para reflexionar) y olvidarnos así
por unos instantes de nuestras creencias e ideas, entonces cuando los obstáculos nos superan, debemos acudir a
otras prácticas para que nos ayuden en el camino, como pueden ser, entre otras,
estudiar la ley de causa y efecto, meditar
en el karma, meditar todos los días en la muerte, o decir determinados mantras,
y hacer postraciones mientras visualizamos frente a nosotros a todos los maestros
desde el propio Buda Sakyamuni hasta nuestro maestro actual de carne y hueso.
Por supuesto, el mejor antídoto para eliminar todos y cada uno de los obstáculos –pero a la vez el antídoto más difícil de conseguir incluso después de años de práctica sincera-- es meditar en la vacuidad del yo y los fenómenos.
Por supuesto, el mejor antídoto para eliminar todos y cada uno de los obstáculos –pero a la vez el antídoto más difícil de conseguir incluso después de años de práctica sincera-- es meditar en la vacuidad del yo y los fenómenos.
Pero, ¿por dónde empezar entonces?
Una tarde recordé a mi abuela: practica el buen corazón, me dijo una vez con otras palabras.
Y entonces recordé el título de una novela que finalmente
nunca leí, pero que de igual modo sólo su nombre me marcó como una bestia para toda mi vida: Se bueno hasta la muerte.
Así comencé yo. Cada uno tiene su propio comienzo, a su
manera, según su experiencia. Y mientras más rápido empieces, mejor. Es
preferible darse cuenta por uno mismo y de una vez, y en tu propio beneficio
-- y mientras más rápido mejor, no lo olvides--.
Me refiero a que no sólo lo pienses sino
también que puedas llegar a creerlo: tu
vida es un error mientras sostengas un yo ilusorio como real.
Es duro tragarse todo esto, lo sé. Pero no hay una segunda
puerta para la liberación.
El ignorante Lobsang Töndrup.
El ignorante Lobsang Töndrup.
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